29 Nov “Cuando jugar no es divertido”
El trastorno del juego, la silenciosa pandemia de nuestra juventud.
Las estadísticas no mienten y, está claro que se ha producido un aumento en el consumo de juego de azar por parte de jóvenes y adolescentes, y cada vez son más los y las jóvenes y adolescentes que acuden en busca de tratamiento. Los datos revelan la importancia de replantear las intervenciones y adaptarlas para hacer posible el abordaje de este nuevo fenómeno juvenil. Para ello, será importantísimo tener en cuenta cuales son las modalidades de juego de azar que consumen los y las jugadores/as más jóvenes (apuestas deportivas, juego on-line…), los motivos que los llevan a jugar, la historia de juego y las consecuencias que acarrean, ya que varían y son diferentes en función de la edad. Son estas características diferenciales de las problemáticas de juego de los y las jóvenes y adolescentes en comparación con las de jugadores/as patológicos de mayor edad, las que hacen visible la necesidad de adecuar el tratamiento, diseñándose intervenciones específicas en función de las modalidades de juego más habituales y organizando grupos de autoayuda en función de la edad y la modalidad de juego. Además, también sería productivo considerar en el caso de los y las más jóvenes, que puede tratarse de casos de juego problemático y no haber desencadenado aún en una adicción al juego como tal.
Este comportamiento implica y conlleva la pérdida de control, la dependencia emocional, la tolerancia y la interferencia grave en la vida cotidiana. Éste se adquiere por la repetición de comportamientos que en un principio resultan agradables, pero que más adelante traen consigo consecuencias negativas (Echeburúa, Salaberría, y Cruz-Sáez, 2014). Se trata de una una adicción conductual y se define como:
“Una conducta de juego problemático persistente y recurrente, que provoca un deterioro o malestar clínicamente significativo y se manifiesta por la presencia de diferentes criterios establecidos”.
Para poder decir que existe un juego patológico y que es necesaria una actuación terapéutica, es necesario que se presenten como mínimo cuatro de los siguientes criterios durante un periodo de 12 meses:
1. Necesidad de apostar cantidades de dinero cada vez mayores para conseguir la excitación deseada.
2. Está nervioso o irritado cuando intenta reducir o abandonar el juego.
3. Ha hecho esfuerzos repetidos para controlar, reducir o abandonar el juego, siempre sin éxito.
4. A menudo tiene la mente ocupada en las apuestas (p. ej. Reviviendo continuamente con la imaginación experiencias de apuestas pasadas, condicionando o planificando su próxima apuesta, pensando en formas de conseguir dinero para apostar).
5. A menudo apuesta cuando siente desasosiego (p. ej. desamparo, culpabilidad, ansiedad, depresión).
6. Después de perder dinero en las apuestas, suele volver otro día para intentar ganar (“recuperar” las pérdidas).
7. Miente para ocultar su grado de implicación en el juego.
8. Ha puesto en peligro o ha perdido una relación importante, un empleo o una carrera académica o profesional a causa del juego.
9. Cuenta con los demás para que le den dinero para aliviar su situación financiera desesperada provocada por el juego.
El tratamiento en jóvenes y adolescentes podría dirigirse a fomentar habilidades de afrontamiento para gestionar adecuadamente situaciones estresantes, a mejorar la regulación de las emociones, el control de los impulsos, aprender a demorar la gratificación y la satisfacción, tolerar la frustración y corregir distorsiones cognitivas.
Por último, la participación de la familia como agente activo del proceso supone un elemento prioritario en la recuperación de una persona joven o adolescente con adicción al juego. Para ello, previamente se podría trabajar con la familia, empoderándola y haciéndoles partícipes del proceso, para poder actuar como supervisoras, coterapeutas y jugar como factor protector y prevenir posibles recaídas.
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